Sunday, July 04, 2010

La corrupción y la censura Joaquín Morales Solá

No sólo un ex embajador en Caracas denunció formalmente en la administración la existencia de una diplomacia paralela con Venezuela. No sólo hubo, y hay, una embajada paralela con el país de Hugo Chávez, sino también una cancillería paralela. No fue Jorge Taiana el único canciller kirchnerista que debió convivir, hasta que lo despidieron, con esas anomalías. Las revelaciones sobre la extraña relación con Venezuela, que esquivó siempre todas las instancias formales e institucionales argentinas, desquiciaron en los últimos días a la jerarquía gobernante. Néstor está fuera de sí , confiesa uno de sus pocos interlocutores asiduos.

Una deducción parece inevitable. Los gobernantes saben que detrás de todas las filtraciones que existen hay cosas que valen mucho más que lo que parecen. Las nuevas revelaciones, y las que eventualmente vendrán, podrían ser letales para el futuro político de los Kirchner. Eso explica también que la declaración ante una comisión parlamentaria del ex embajador en Caracas Eduardo Sadous haya provocado un combate propio del final de una guerra.

Sadous comentó con valentía lo que había oído, pero carece de pruebas concretas. Fue el Gobierno el que convirtió al diplomático, con su sobreactuación, en un héroe de la honestidad en amplios núcleos sociales del antikirchnerismo. El problema ahora es que un subsecretario de la Cancillería, Eduardo Sigal, un funcionario político de indudable cercanía con el kirchnerismo, escribió cables internos con planteos parecidos a los de Sadous. Sigal se abrazó a Kirchner cuando Kirchner no era nada, nunca se desencantó de los Kirchner y su historia política personal lo llevó siempre a comprender con más generosidad el régimen de Chávez. Pero es un hombre decente.

Los cables de Sigal son parecidos, no idénticos, a los de Sadous. En tanto que el ex embajador contó que recibió denuncias concretas de empresarios a los que les pidieron sobornos, Sigal menciona sólo la existencia de dos estándares de empresas argentinas con intereses en Venezuela: las protegidas por el ministro Julio De Vido y las expulsadas de los negocios por el mismo funcionario argentino. Lo que Sigal desliza de manera implícita es mucho más importante que lo que denuncia rotundamente.

Sadous estuvo contando lo que vio y oyó hace cinco años; el último cable de Sigal, en cambio, salió de su despacho en días muy recientes, cuando ya era canciller Héctor Timerman. En la lista de empresas confeccionada por el subsecretario figuran empresas de conocido cuño kirchnerista, como Electroingeniería, que en los últimos años tuvo un crecimiento exponencial empujada por los favores de los Kirchner, a través de De Vido.

Por lo que se ve, ni Rafael Bielsa ni Taiana ni ahora Timerman son los cancilleres reales de la Argentina en los asuntos de Venezuela; ellos administraron y administran sólo la formalidad. El canciller real de Kirchner ante Chávez es, y fue siempre, De Vido. Los cables de Sigal son ilustrativos cuando señalan que hubo una "reunión paralela" a las diplomáticas, con empresarios, por parte de un secretario privado del ministro de Planificación en un pomposo encuentro bilateral entre ambos gobiernos. Ese secretario privado está involucrado también en el caso de Antonini Wilson y su valija voladora con 800.000 dólares insondables, que los jueces argentinos nunca pudieron esclarecer.

A la vieja certeza de que existe una embajada paralela con Venezuela (dedicada sólo a las cuestiones del dinero), se le sumó ahora la constatación de que también hubo, y hay, reuniones paralelas impulsadas por el ministro de más confianza personal de Kirchner. De Vido es el ministro que maneja más recursos del presupuesto nacional y el único con trato cotidiano con los empresarios amigos de su gobierno. También con los que no son tan amigos.

Durante los últimos cinco años, existió esa relación sombría y furtiva con Venezuela, en la que lo importante está siempre fuera del escenario público. Las cosas trascendentales que suceden entre ambos gobiernos se escurren detrás de los telones, en la absoluta informalidad. No obstante, la relación comercial del país caribeño con la Argentina tiene mucha menor intensidad que la enhebrada por Buenos Aires con Brasil o con Chile, por ejemplo. Sin embargo, con Brasilia o con Santiago prevalecieron nada más que las vías institucionales y diplomáticas.

¿Por qué aquella opacidad con Caracas? Un férreo colador argentino-venezolano les abre las puertas a las empresas amigas y deja afuera a las empresas enemigas. Además, se importaron de Venezuela en los últimos años cerca de 2000 millones de dólares en fueloil de mala calidad que la Argentina no necesitaba, según la denuncia de ocho ex subsecretarios de Energía. También la Argentina le pagó a Venezuela intereses satelitales por créditos que cualquier organismo internacional hubiera reducido a sólo una tercera parte. Varios y presuntos actos de corrupción en la administración (entre los que debe incluirse el eventual lavado de dinero de la última campaña presidencial del oficialismo, que se ventila en la Justicia) comienzan a aparecer en las mediciones de opinión pública como una seria preocupación social.

Kirchner tiene ahora el ánimo de un boxeador contra las cuerdas. A pesar de las apariencias que el kirchnerismo construye como un orfebre, lo cierto es que el oficialismo ingresó en un período de debilidad institucional. Los escándalos por presunta insensibilidad moral se superponen con los avances del Congreso para quitarle al Ejecutivo los enormes márgenes de discrecionalidad con que gobernó.

Dos decisiones recientes del Parlamento tienen especial importancia para limitar la arbitrariedad. Una de ellas es la decisión unánime de los opositores de negarles una prórroga a las facultades que el Congreso fue delegando en el Ejecutivo. Esas delegaciones vencerán a fines de este mes y no habrá una nueva moratoria.

El Gobierno tendrá problemas hacia adelante y hacia atrás. El Congreso no aprobó desde 2006 ninguna de las decisiones del Ejecutivo respaldadas en esas facultades delegadas. Deberá hacerlo ahora. En estos años gobernaron sólo los dos Kirchner, Néstor o Cristina, que podrían quedarse en adelante sin la posibilidad, por ejemplo, de fijarles retenciones a las exportaciones. Estas facultades volverán al Congreso. Las retenciones a las exportaciones de soja, por caso, fueron la gran batalla política perdida por los Kirchner en 2008 y la antesala de la derrota electoral de 2009. Las heridas abiertas con el ruralismo no se suturaron nunca.

La otra decisión importante del Congreso fue la constitución de la comisión bicameral de seguimiento de la ex SIDE, el espionaje oficial que funciona exclusivamente al servicio del matrimonio gobernante. Esa comisión existió siempre, pero con una mayoría dormida por el kirchnerismo. Ahora fue integrada con mayoría opositora, con quórum opositor propio y con su presidencia en manos de la oposición, que recayó en manos de un peronista disidente.

La ex SIDE es uno de los brazos decisivos de los Kirchner para el financiamiento de las fuerzas de choque oficialista, para el seguimiento y la intervención telefónica de políticos, empresarios y periodistas, y para el control de muchos jueces que manejan investigaciones cruciales. En las últimas semanas, altos funcionarios de la ex SIDE trabajaron intensamente para buscar cualquier trazo viejo que inculpara a los dueños privados de Papel Prensa, la mayor empresa argentina fabricante de papel para diarios. Vieron a funcionarios, a ex funcionarios y a empresarios que tuvieron alguna vinculación con esa empresa.

La Justicia está frenando muchas arbitrariedades administrativas que se cometieron contra Papel Prensa en meses recientes. Durante casi 27 años de democracia, los herederos de la familia Graiver nunca pidieron ninguna reparación por esa empresa, que ellos vendieron a sus actuales dueños en una operación normal. El propio Estado fue socio de Papel Prensa durante ese cuarto de siglo y nunca cuestionó la compra original ni el correcto funcionamiento de la empresa. Ante tantas evidencias y ante tantas carencias, el espionaje oficial está revolviendo en improbables letrinas.

La estrategia tiene las facciones claramente kirchneristas: presionar a los diarios para que las cosas oscuras de los gobernantes sigan existiendo, protegidas por las tinieblas de la censura.

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