Por primera vez, el Gobierno perdió la iniciativa Mariano Grondona
Tanto en la política como en la guerra, el bando que se asegura la iniciativa , si bien aún no ha ganado, lleva las de ganar porque reduce a su adversario a la fatigosa tarea de defenderse, mientras él elige cuándo y por dónde atacará. En la guerra, el ejército que toma la iniciativa puede escoger el teatro de operaciones que más le convenga. En la política, el que se anticipa arrincona a su rival, a ansioso por no saber cuál será la próxima embestida. Sea cual sea la confrontación, lo que tiene que obtener el que piensa ganar es, por lo pronto, el poder de iniciativa. En las elecciones parlamentarias del 28 de junio, la oposición consiguió una victoria que le llegó inesperadamente porque no estaba preparada para ella. Por eso no atinó a explotar de inmediato su triunfo y dejó en manos del incansable Kirchner el poder de iniciativa. Ni lerdo ni perezoso, éste lanzó entonces una serie de ataques dentro y fuera del Congreso, algunos de ellos legítimos y otros no, que redujeron a sus rivales a la defensiva. Durante un año entero, mientras Kirchner esgrimía su inclemente espada, la oposición utilizaba solamente su tímido escudo. Los argentinos se encontraron por ello ante la sorpresa de que, en tanto el perdedor del 28 de junio parecía estar ganando a partir de esta fecha, sus vencedores de hace un año parecían estar perdiendo y hasta la opinión pública reflejó hasta cierto punto este giro inesperado porque, según las estadísticas más confiables, en tanto que la oposición ha descendido del 75 por ciento que había logrado al 60 por ciento actual, el kirchnerismo ha escalado a un modesto pero significativo 30 por ciento. Ante esta nueva encrucijada, a los rivales de Kirchner les quedaban dos opciones. Una, seguir atados al escudo. La otra, desenvainar la espada en demanda del poder de iniciativa para poner al kirchnerismo, por primera vez, a la defensiva. Diversos indicios permiten preguntarse, ahora, si no lo estarán logrando. En busca de esta última opción, la oposición está tratando de prevalecer en una serie de escaramuzas que hoy se libran en el Congreso, como la reforma del Consejo de la Magistratura para devolverles a los jueces su independencia, la refundación de un Indec que resulte creíble, la anulación de los "superpoderes" mediante los cuales el Gobierno manipuló a su antojo las partidas presupuestarias para sojuzgar a las provincias y una investigación a fondo de casos de corrupción a la cabeza de los cuales figuran no sólo las gravísimas denuncias del embajador Sadous sobre la "diplomacia paralela" entre la Argentina y Venezuela que conducía el ministro Julio De Vido, sino también los tenebrosos manejos de la mafia de los medicamentos que salpican a ex funcionarios kirchneristas como Héctor Capaccioli e incluso a sindicalistas como José Zanola y hasta Hugo Moyano, sin olvidar por supuesto a Ricardo Echegaray por manipular la Oncca contra el campo y a Ricardo Jaime, el acorralado ex secretario de Transporte. A través de estas escaramuzas que libra frente al oficialismo en el Congreso, ¿está articulando la oposición una verdadera contraofensiva para recobrar el "poder de iniciativa"? Cabría dudar todavía de ello porque el Gobierno ha logrado hasta ahora debilitar o al menos demorar la acción de los opositores en el Senado, donde subsiste la paridad de votos entre ambos bandos. Aun si al fin logra vencer en alguna de estas escaramuzas, ¿logrará la oposición alzarse con el poder de iniciativa que hasta hoy ha conservado el Gobierno? Cabe dudarlo porque la suerte de estos combates es aún incierta y, asimismo, porque cada uno de ellos es un combate lateral donde no está en juego la lucha por el poder. Pero hay otro teatro de operaciones donde el combate podría resultar decisivo. Se trata de aquel del cual depende la supervivencia de más de cinco millones de jubilados, de cuyas angustiadas voluntades podría depender nuestro futuro electoral. Hasta ahora, Kirchner había mantenido su poder de iniciativa imaginando nuevos recursos financieros al servicio del clientelismo oficial mediante la invasión del Banco Central y el apoderamiento de los ingentes recursos de la Anses, supuestamente comprometidos con los jubilados. Cabe anotar aquí que este despojo fue posible en el Congreso porque, guiada por su animadversión ideológica a las cuestionadas AFJP, la oposición de centroizquierda le concedió a Kirchner una inmensa "caja" sin preguntarse primero para qué la utilizaría. Pero ahora la oposición, cayendo en la cuenta de su apresurado infantilismo, quiere corregir su grave error devolviéndole a nuestra clase pasiva lo que nunca había dejado de ser suyo. En otros asuntos como, por ejemplo, el fondo universal a la niñez, el Gobierno remedió apenas pudo el punto que se había anotado la oposición al apropiarse sin más de una bandera ajena, pero en el caso de las jubilaciones la contraofensiva opositora lo sorprendió, y entonces no encontró otra salida que denunciar la "irresponsabilidad fiscal" de sus rivales. Y fue así como, por primera vez desde hace un año, el kirchnerismo quedó a la defensiva. ¿Cuánta razón le asiste al Gobierno, en todo caso, cuando acusa de demagogia a sus opositores? Más de cuatro millones de jubilados cobran hoy solamente el haber mínimo de 895 pesos mensuales. Nadie podría negar que ésta es una suma injusta, en verdad ridícula, para atender a su subsistencia en estos tiempos de inflación. El proyecto jubilatorio de la oposición llevaría esa suma a 1235 pesos por mes, una remuneración también insuficiente aunque menos irritante. Cuando el kirchnerismo acusa entonces a la oposición de irresponsabilidad fiscal, ésta le responde diciendo que los cuantiosos fondos superavitarios de la Anses se están usando hoy en dirección del clientelismo oficial del cual dependen operadores políticos y "empresarios amigos" por igual. Esta anomalía requiere dos análisis convergentes. Uno, de tipo moral, apunta al escándalo que entraña dejar sumido en la pobreza a un amplio sector de la población, subrayando de paso el hecho de que, en tanto que democracias responsables como las de Chile, Uruguay y Brasil están reduciendo de una manera sistemática las cifras de la pobreza, entre nosotros ésta ha vuelto a aumentar quizá porque al populismo le conviene mantener en la pobreza y en una insuficiente educación a eventuales votantes. El otro análisis, de tipo político, nos dice además que por primera vez el gobierno habitualmente "madrugador" de Kirchner ha sido "madrugado" por la oposición. ¿Cómo no advirtió este peligro el ex presidente? ¿Cómo no anticipó que la oposición podría desbordarlo en esta oportunidad no ya desde la derecha que él detesta, sino desde la izquierda, que él siempre quiso monopolizar? Pero esta contraofensiva "social" de la oposición sobre el Gobierno, ¿no es en realidad "demagógica"? El costo de la clase pasiva aumenta en todo el mundo debido a un hecho en sí positivo: la longevidad de la población. Pero una sociedad bien ordenada debe encontrar el camino que lleve, mediante medidas responsables, a la justicia social. En la medida en que sirva al objetivo irrenunciable de reducir la pobreza, todo gobierno auténticamente democrático debiera evitar que los fondos sociales se desvíen en beneficio de "amigos" y clientes. A través del proyecto jubilatorio, la oposición está al borde de lograr lo que hasta ayer parecía imposible: poner contra las cuerdas a un gobierno que se autoproclama "popular".